Jesús González Alonso
25/04/2014

La presencia del ENB en los teatros del Canal en Madrid, revoluciona el panorama de la danza en la capital. Con un auditorio lleno y entradas agotadas desde hace varios meses, la presencia de la compañía inglesa, es un aire fresco para un público cada vez más conocer, que reclama con ansias la presencia de la “Danza Clásica” en la programación de los teatros públicos.
La nueva versión del El Corsario, con coreografía de Anna-Marie Homes, se distancia considerablemente de sus anteriores ediciones. La dinámica y la acción se llevan de la mano, despojándose así de números bailables o escenas innecesarias, dando como resultado una obra que se hace amena, dinámica y sobre todo coherente en lo escénico, sin con ello renunciar a los momentos brillantes que el gran público espera del ya conocido ballet.
Con un elenco de lujo, pocos ballet del repertorio clásico precisan de cinco solitas en una misma función, la noche de estreno contó con la presencia de la española Tamara Rojo como Medora. En su doble condición de primera bailarina de la compañía inglesa y directora artística, Rojo modela Medora desde la elegancia y el buen gusto, acentuado la brillante técnica que requiere el personaje. Su cuádruple giros en su primera variación levanto exclamaciones de un público deseoso de ver y aplaudir, con una técnica depurada, siempre al servicio del argumento, sus equilibrios históricos en el acto tercero son llevados con naturalidad, no hay en ellos esfuerzos ni sobre alardes, como tampoco lo hay en sus 32 fouettes del famoso Pas de Trois del segundo acto, donde se alternaron múltiples piruetas siendo la apoteosis de una noche mágica, en donde todos brillaron con luz propia. Pero fue quizás en el pas de deux romántico donde más lució su línea, grandes developpes y su sobrada musicalidad.

Vadim Muntagirov como Conrad es atento, elegante y virtuoso. Su regia presencia escénica, marcada por una buena interpretación y una línea envidiable, nos permite apreciar uno de los mejores bailarines del mundo. Atleta, artista y enérgico es Yonah Acosta como Alí; poderoso en sus saltos y giros fue uno de los más ovacionado en una noche en la que también destacaron por méritos propios la Gulnare Shiori Kase quién desde su primera variación del pas de exclavo del primer acto ejecuto con elegancia y precisión tan temida diagonal de piruettas en dedans y fuettes sin denotar el más mínimo error. Junor Souzza como Lankende y Fernando Bufalá como Birbanto completan el quinteto. Souza tiene unas condiciones únicas para la danza, sus equilibrios en arabesque y sus jete manege destacan por la amplitud de su línea y elevación. Por su parte Bufalá doto a su personaje de una gran interpretación, precisa musicalidad y un control fuera de lo normal en los giros. Quedará en la retina esas secuencias de piruettas de retire a cou de pied y regreso a retire. En fin, un quinteto de bailarines que fueron arropados de forma magistral por la dirección musical de Gavin Sutherland quien hizo vibrar a la Orquesta Sinfónica Verum en una interpretación llena de matices.
En los momentos actuales del panorama dancístico, en las incoherencias coreográficas que cada vez se hacen más hueco en nuestros escenarios, y en las producciones minimalista, marcadas o no por la crisis en que vivimos, se agradece tan exquisita versión. Desde los vestuarios y decorados de Bob Ringwood que nos acercan al oriente más colorista y exótico a la iluminación de Neil Austin que nos permiten apreciar volúmenes escenográficos donde solo hay magistrales telones pintados, este Corsario navega por las aguas del éxito y sitúa al English National Ballet entre las grandes compañías del mundo.