Publico este mensaje en esta sección del foro por tratarse de un asunto que concierne al hercúleo quehacer de los bailarines. Uno de los blogs de danza que sigo por la calidad de sus escritos y los principios que le animan tiene el llamativo nombre “Le danseur ne pèse pas lourd dans la balance” (el bailarín no tiene gran peso en la danza) escrito por la bailarina de danza moderna Catherine Viau. http://ledanseurnepesepaslourd.com/
Catherine pretende con su blog: «… crear una comunidad de la danza que situé al bailarín en el centro de atención. Una comunidad donde el intérprete capte la oreja tanto como la mirada. Un lugar donde sea escuchado y se “sienta artista” al mismo nivel que sus colegas coreógrafos».
A finales de febrero el bailarín, coreógrafo y sicólogo David Pressault, cuya tesis en la UQAM se tituló : Éros et Pouvoir : Regards Jungiens sur les situations d’abus de pouvoir entre chorégraphes et danseurs contemporains (Eros y poder : Miradas Juncianas sobre la situación de abuso de poder entre coreógrafos y bailarines contemporáneos) ha publicado en el mencionado blog un sintético artículo titulado: “Abus de pouvoir en danse (un problème complexe”) – El abuso de poder en la danza (un problema complejo).
Como buen quebequense, Pressault no se anda por las ramas y arranca con contundencia: «Esta investigación, como la de Rayner, Hoel y Cooper (2002) muestra que el abuso de poder en el mundo de la danza es cotidiano, aunque se vive de puertas adentro. El muro de silencio mantenido sobre esta realidad explica por qué el problema nunca ha sido planteado ni examinado, perpetuando así la omertá. Es el gran desequilibrio de poder entre el coreógrafo y bailarín en gran medida responsable de la perpetuación de los abusos de poder. Durante los cuatro años que pasé trabajando en esta tesis, he tenido muchas ocasiones para abordar el asunto de manera informal con los bailarines. Sus reacciones nunca fueron de sorpresa, sino más bien una comprensión inmediata de mis comentarios, dándome la bienvenida con frecuencia con frases como esta: "Sobre abuso de poder, yo puedo contarte mucho».
Pressault reconoce el trauma que le produjo, como bailarín y coreógrafo, la constatación de que los bailarines profesionales sufrían en silencio el abuso de poder. Como psicólogo propone que el mero hecho de nombrarlo (denunciarlo) supone encararlo. Enseguida, al preguntarse si los bailarines tienen miedo a "tomar su lugar", a decir, a asumir la responsabilidad de hablar con libertad en su entorno profesional y en los medios de comunicación, y realizar acciones dirigidas a mejorar sus estatus profesional, reconoce que la raíz del problema se encuentra en su formación y al Eros necesario para practicar su arte todos los días.
Las propuestas de Pressault para cambiar la injusta situación se dirigen, en primer lugar, a los maestros de danza, recogiendo las recomendaciones de Buckroyd respecto a un mayor dialogo entre el maestro y el aprendiz.
El segundo objetivo es la relación entre los directores artísticos de las compañías y los bailarines, constatando que los primeros no tienen mucho que ganar escuchando a los segundos. El intento de resolver esta contradicción mediante la terapia desarrollada por Jung de auto-reconocimiento e introspección individual me parece bien intencionado aunque ajeno a los múltiples intereses cruzados que una compañía de danza, sobre todo una compañía de ballet con más de 50 bailarines, encierra.
Pero donde Pressault acentúa las medidas correctoras es en el ámbito profesional del sector, el “sistema” que en Canadá está formado por los Arts Councils, a quien reclama un control deontológico además de financiero (de las subvenciones a las compañías y artistas) y a las organizaciones corporativas y sindicales. Además, reclama acciones concretas; seminarios, conferencias, planes de estudio, etc. basados en los siguientes requerimientos:
1. Concienciar a los coreógrafos acerca de sus responsabilidades en el ejercicio de su poder y en sus relaciones con los bailarines.
2. Ayudar a bailarines identificar situaciones de abuso de poder y acoso en el lugar de trabajo y darles las herramientas disponibles para utilizar cuando son víctimas.
3. Aprender a manejar el estrés emocional y la creación de contenido las situaciones y los resultados, tanto para los bailarines como coreógrafos.
4. Enseñar a los bailarines cómo desarrollar y mantener una autoestima saludable en un trabajo tan difícil como la danza.
5. Desarrollar campañas informativas en los medios de comunicación y organismos anejos para mejorar el reconocimiento de los bailarines en el ámbito público.
Aunque algo tarde, es dichoso que sea un bailarín y coreógrafo de danza “contemporánea” el que levante la perdiz del abuso de poder contra los bailarines y señale causas y posibles desagravios. Sin embargo, sería conveniente ampliar el campo de visión y señalar otros aspectos colindantes, por ejemplo; el ninguneo sistemático de los bailarines en la difusión de la danza moderna (no tanto en la danza clásica) el falso igualitarismo en compañías donde el único protagonista es el coreógrafo, star system vs colectivismo anónimo de los bailarines, las presiones andróginas de no pocos contra muchas bailarinas y las enfermedades que ello produce, etc. Una imponente pero necesaria tarea que pienso seguir.